Podemos Elegir

Alberto es un romántico empedernido, ha encontrado en Carolina la mujer de su vida. Luego de seis meses haciendo lo imposible para conquistarla, hoy por fin, ella ha decidido darle una oportunidad, aceptándole una invitación al cine.

Alberto se esmera en cada detalle. Elige con cuidado su ropa, y finalmente la colonia especial de los jueves. Todo para agradar a su amada.

Al llegar al multicinema, escogen la película de su agrado, compran palomitas y soda y disfrutan a la perfección, su primera velada juntos.

Nos pasamos la vida escogiendo lo apropiado, en cada momento o situación. Elegimos con quién, cómo, cuándo y dónde estar, la ropa que usamos, la música que escuchamos, la carrera profesional, y mil cosas más, en fin, TODO, excepto: nuestra familia, nuestro nombre y la hora y forma de nuestra muerte.

Nuestros padres nos dieron un nombre, pero en lo que concierne a la familia en que nacimos, y al día, hora y forma en que dejaremos este mundo, ha sido determinado, por el Creador desde el principio de los tiempos.

Por cierto, desde el principio de la historia, le fue dada al hombre la facultad de elegir entre el bien y el mal. Adán escogió mal y trajo la muerte al mundo.

Afortunadamente, hoy, tenemos el privilegio de poder enmendar el error, y decidir el destino final de nuestra alma inmortal. A saber: Vida eterna con Jesucristo o condenación eterna sin El.

Escoja bien. Y una vez tomada su decisión, asegúrese de llevar siempre la vestidura apropiada, que por supuesto deberán ser, las mismas que usó el Maestro.

Volvamos a la fuente

Bartolina era una señora muy cariñosa, y buena cristiana por demás, a quien tuve el privilegio de conocer en los tempranos días de mi vida. Carecía de los más elementales recursos para cubrir sus necesidades básicas, pero su carácter servicial, su don de gente y en especial un gran amor por los niños, constituía su mayor riqueza.

Mi hermano Daniel, fue uno de los más impactados por el cariño de Bartolina, tanto así, que un día, en su inocencia, le preguntó a nuestra madre, si era posible cambiar de madre, cuando uno se hacía grande. Porque de ser así, él quería que Bartolina fuera su madre.

El deseo de mi hermanito era imposible que pudiera cumplirse, porque madre solo hay una, lo único que él podía hacer, sería querer a Bartolina como a una madre, servir a Dios como ella lo hacía, y dar a otros el mismo afecto que de ella recibía.

La bondad de Bartolina, era solo el reflejo del amor de Dios obrando en su vida.

Y es que cuando El nos gobierna, todo nuestro entorno es tocado de manera positiva. Hay satisfacción en servir y dar a otros, un poquito del inmenso regalo que hemos recibido.

No importa cuán duro nos golpee la adversidad, el cristiano avanzará siempre, lleno de esperanza, confiado en Aquel que nos amó primero, y en la certeza de que pronto, vendrán mejores días.

¿Por qué no dar amor en vez de odio? ¡Hagamos la prueba! Es fácil, si cambiamos de actitud frente al prójimo. Y más aún, si volvemos a la fuente del amor verdadero.

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